viernes, 11 de septiembre de 2009

Genesis - Nursery Cryme


Rock Sinfónico Progresivo - 1971

El tercer álbum de aquel Genesis setentoso, misterioso y enigmático.
Me acuerdo que la primera vez que escuché esta banda fue gracias a mi papá. Él había traído a casa ese conocido disco de tapa negra con formas geométricas amarillas y que decía “Genesis”. Abría con “Mama”, seguía con “That’s All”. No sé, tendría diez, once años como mucho. “¿Quién canta pa?” y el contestó “Phil Collins”. No me interesó mucho, tan sólo lo escuchaba cuando él lo escuchaba. En esa época estaba demasiado fascinada con Queen y no quería saber nada con otra cosa que no fuera Queen.
El tiempo pasó y yo fui creciendo. Creo que corría el año 2004 cuando se me dio por escuchar por mi cuenta ese único disco de Genesis que andaba dando vueltas por mi casa. Lo disfruté y empecé a buscar información en Internet para saber un poco más de la banda. Quería saber incluso que cara tendría aquel Phil Collins del que me había hablado una vez mi papá. ¿Primer disco allá por la década de los 60? ¿Peter Gabriel como cantante? Recuerdo haber dicho “No entiendo nada”.
Después todo cerró. Peter Gabriel cantó en Genesis desde 1970 hasta 1975 y Phil Collins era el baterista. El estilo de Gabriel me llamó la atención, las tapas de los discos de este período también. Empecé a buscar imágenes y dí con la tapa de Nursery Cryme. Me infundió un poquito de miedo y me intrigó.
El fin de semana siguiente a este hallazgo fuimos con la familia al centro y en un local que vendía LPS de Frank Zappa encontré Nursery Cryme. Aquel disco, que en la tapa tenía una enfermera diabólica con un palo de cricket, era finalmente mío.
Me voló la cabeza. Esto era completamente diferente a lo que yo había escuchado con mi papá hacia mucho tiempo. Esto era rock progresivo.
Woah, me voló la cabeza. El simple hecho de que el disco abra con “The Musical Box” hace que sea mi disco de Genesis predilecto. Que pedazo de tema por Dios. Empieza de una manera muy sutil, con un sonido especial, con un toque misterioso, oscuro. Después de un buen rato, Gabriel grita “And I touch, and I feel the waaaaaaaaaaall!” y ahí es donde se te revienta la tapa de los sesos. Prometo más adelante una nota aparte sobre el significado de esta canción, ya que es profundo y se destaca por su simbolismo.
El segundo tema del disco es “For Absent Friends” que tiene un toque pastoril. Tiene aires a Trespass, aquel disco que marcó el inicio del grupo con un toque totalmente folk. Es un tema corto, tocado con guitarra, con Collins cantando y lleno de nostalgia –en mi opinión-.
Otro tema para destacar es “The Return of The Giant Hogweed”, que dura aproximadamente nueve minutos. GOSH. En mi opinión es el tema más “pulenta” (¡JA!) de Nursery Cryme, donde Hackett (guitarra) y Banks (teclado) se lucen. Ja, el perejil gigante.
Luego encontramos temas como Harlequin, Seven Stones, The Fountain of Salmics (mitología pura y como si fuera poco se puede escuchar un auténtico chamberlin que te hace mojar los pantalones) y Harold The Barrel.
Mirándolo de una manera global, podría decirse que el disco rompe por completo con un viejo paradigma genesiaco para construir uno nuevo. El estilo de los dos primeros álbumes de Genesis (From Genesis To Revelation -1969- y Trespass -1970- ) parecen esfumarse con la aparición de Nursery Cryme en 1971. El material que incluye el disco es lo que empezó a marcar la tendencia progresiva de la banda. Los temas son muy buenos en cuanto técnica musical aunque no están del todo trabajados o pulidos. Creo que eso es por ahí lo que hace a Nursery Cryme un disco como el que es: Único.
Some links:


Lucianne Lange

Cohen For Dummies


Particularmente, Leonard Cohen, como músico, en un principio no me entusiasmaba en lo más mínimo. Le dí bastantes oportunidades, he escuchado sus discos en diferentes momentos emocionales y en diferentes contextos para ver si llegaba a entender su música, pero todos los intentos fueron en vano. Escucharlo a Cohen causaba el mismo efecto que una canción de cuna para dormir. No me llegaba, no me causaba ninguna sensación, no lograba entender su mensaje y mucho menos lograba entenderlo a él.
Debo decir que con la música soy obsesiva. Me gusta cerrar los ojos y adentrarme en los temas, desarmándolos, escuchando cada instrumento por separado, escuchando las letras meticulosamente, tratando de entender porque esa nota o ese instrumento entra en esa parte de la canción y no en otra. Me gusta saborear la música.
Lloré escuchando “To love somebody” de Janis Joplin, tuve un alto descargo de adrenalina escuchando “In the Flesh” de Pink Floyd, he logrado llegar a un punto increíble de relajación escuchando “Wondering around” de Jethro Tull…
Soy partidaria de una teoría un tanto extraña: Si se cierran los ojos y se escucha no sólo con los oídos sino también con el alma o con algo un tanto extrasensorial -momento cursi-, podemos ver la música de manera personificada, con vida propia, con voz propia, con olor propio e incluso con colores propios. Si el acto de escuchar música va más allá de apretar el botón play del equipo (esto que decía antes de escuchar no solo con los oídos) se logra ver a la música con una identidad, tal vez con un nombre y apellido o una dirección. La música se vuelve carne y con ella nos hacemos uno. Ella nos deja ver como son las otras personas y entenderlas casi en su totalidad, es decir, nos hace entender por que esa persona es así y no de otra manera.
Me fui por las ramas. Retomo el tema principal. Leonard Cohen.
Si hace dos meses algún melómano suelto por ahí me preguntaba que si me gustaba la música de Cohen, hubiese recibido como respuesta un no rotundo.
Hace un mes me agarró una crisis literaria. No sabía que leer, todos los libros que agarraba me resultaban chatos, monótonos, no interesantes y no me llenaban en absoluto. En medio de mi desesperación le pregunté a una amiga, un tanto rata de biblioteca como yo, que si podía recomendarme algún libro “Luli Style” que pudiese anestesiarme un poco. Le dije que quería algo bizarro, algo que no haya leído nunca.
Así fue como me trajo el libro que ella estaba leyendo en ese momento: “El juego favorito”. Lo abrió en una página determinada y me dijo con voz de mandona “lee”.
Yo estaba en una especie de negación mental, no quería leerlo a Cohen. Si la música de Cohen me aburría, no quería imaginarme lo que iba a ser leer el libro.
Investigué un poco, leí bastantes fragmentos, e incluso llegué a leer una crítica en la que decía que el libro en cuestión era la versión adulta de “The Catcher in the Rye”, de Salinger (libro que me marcó sorprendentemente) y esto último fue lo que hizo que tomara una decisión. Me lo compré.
“El Juego Favorito” fue la novela que le regaló a Cohen el Premio Nobel que seguramente tiene en alguna repisa de su casa.
Antes no hubiese pagado ni dos pesos para verlo tocar a Cohen y tampoco hubiese gastado capacidad del Ipod para incluir temas suyos en él. El libro logró hacer lo que yo nunca logré hacer por mi cuenta: Abrirme las puertas al mundo Cohen.
Tengo que decir que como escritor me sorprendió muchísimo.
El libro es un calco de su personalidad. El personaje Breavman es Cohen.
La historia cuenta de un adolescente canadiense –de Montreal, lugar de nacimiento del autor- que empieza a descubrir el mundo de los adultos. Breavman se cree el mejor poeta del mundo, el mejor músico, el mejor amante.
La novela no lleva a nada, es decir, la historia no tiene ningún otro fin más que desnudar y descubrir a Cohen. El hilo conductor es Breavman y sus mujeres descritas de manera poética e incluso cinematográficamente. Nos encontramos con un Cohen-Breavman precoz, creído. Breavman y las mujeres, las mujeres y Breavman, no salimos de eso. El tema sexualidad está tan presente que incluso el escritor nos presenta al personaje como una maniático sexopata.
El libro es, en pocas palabras, un reflejo fiel no solo de Cohen sino también de su música. Recién al terminarlo pude comprender, desarmar, analizar y degustar su música.
Definitivamente el libro y su música tienen una relación estrecha. Las letras de Cohen hablan de religión, sociedad y específicamente las relaciones entre las personas. Hace hincapié en las relaciones con las mujeres que tuvo a lo largo de su vida y también remarca el tema sexo como un componente básico en cada una de ellas. No le da una connotación despectiva, todo lo contrario, lo toma como una gran experiencia de vida que lo hace crecer.
Escuche un tema llamado “Chelsea Hotel” que está tocado solo en guitarra y nos deleita la característica voz grave de Cohen. Esta canción está dedicada, ni nada mas ni nada menos, que a Janis Joplin –si, si, a Luli se le escapó una lagrimita, los que me conocen a fondo saben por que-. En este tema habla de un día que pasó con la cantante de blues en un hotel. La situación que describe podría incluirse y ser parte del libro tranquilamente, ya que la canción encaja perfectamente con el patrón del libro. Transmite los mismos sentimientos, te da la misma sensación.
Ahora de a poco estoy entendiendo a Cohen un poco más. Pude acercarme un poco más a él de otra manera a la que no estaba acostumbrada.
Otra cosa relevante –y última- para agregar es que cabe destacar que los músicos que se dedican a escribir novelas o cualquier otro género literario, no terminan por destacarse en esta tarea. Vuelan y deliran tanto que por mas buena que sea la idea, termina siendo solamente un delirio malo –al igual que pasa en el cine-. Cohen logra demostrar tanto a los lectores como a los oyentes –aunque específicamente a los lectores- que él como músico puede ser un sobresaliente escritor. Algo antagónico al resto de los intentos literarios de otros músicos.
Si leyeron The Catcher in the Rye de Salinger y les gustó, o les gusta Cohen, o simplemente quieren leer algo diferente, denle una oportunidad.

Lucianne

Nota Al Lector (?)

El objetivo principal no es mantener al que lea esto al tanto de los nuevos materiales que aparecen en el ámbito del cine, literatura y música.

Todo lo contrario. La idea es simplemente plasmar aquellas cosas que me hacen como persona, aquellas cosas que hicieron, de una u otra manera, que yo sea como soy y no de otra forma. Quiero abrirme un poco y dejar ver que es lo que hay adentro mío. Puede que tal vez se encuentren con un libro escrito en el 1800, un disco del año 1968, o un análisis de un film de Chaplin. Conmigo todo es así, soy como la caja de Pandora. El resultado de la suma, o mezcla de todas las cosas que puedan llegar a aparecer en este humilde lugar cibernético, no es otro más que Lucianne. Enjoy : )

Lucianne Lange